Entre las llamas podía reconocer las caras de todos los que me señalaban con el dedo gritando: “¡bruja! ¡ramera! ¡muerte a la bruja!” Esos dedos cargados de odio que antes en mi lecho me habían acariciado con ternura jurándome amor eterno hasta la muerte...
Mi vestido comenzó a arder y con él las cuerdas que me mantenían atada a aquel mástil. No sentía el fuego en los pies, ni en las manos. Hacía ya tiempo que mi piel se había acostumbrado al dolor de los golpes, los cortes y las quemaduras. Hacía ya tiempo que otro fuego había secado mis lágrimas en nombre de “la ira de Dios” según los gritos de los que me apresaron, juzgaron y torturaron.
Me quemaba, el sabor de mi propia sangre en la boca se mezclaba con olor a carne quemada y las llamas cegaron los rostros de los que celebraban mi muerte. Quería gritar, pero el dolor me consumía, no quedaba aire, ya solo había fuego. Y a lo lejos las voces de odio fueron enmudeciendo...
Insomnio
Hace 2 años
2 comentarios:
Escalofríos me dan. La historia está llena de hiujos de puta, casi siempre parapetados en "causas justas".
Rigoletto
Ya ves Rigo, es una escena cortita, pero dice mucho ¿verdad? Si quieres la puedes usar para tu Beatriz, así tenemos un relatillo a medias... jajaja!
Un besote
Vane
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